jueves, 20 de septiembre de 2018

San Ignacio De Loyola - Cédula



Se exhorta a los católicos 
peguen en la puerta de su casa esta cédula.

SAN IGNACIO DE LOYOLA DICE AL DEMONIO
 ¡NO ENTRES!

SAN IGNACIO DE LOYOLA
tiene gran imperio contra los demonios,
según lo dice la Iglesia en su oficio:

 IN DEAMONES MIRUM EXERCUIT IMPERIUM.

Por lo cual es costumbre poner 
en las puertas de los aposentos, 
por la parte de adentro, esta cédula.

El mismo demonio dijo una vez: 
No puedo entrar,
hasta que quites la cédula puesta en tu puerta.

Yo suelo aconsejarlas en las misiones 
contra los asaltos e infectación
del enemigo y de Satanás.
  
(Ven. P. Galatuyud, S.J.)

En Roma y Padua, 
echado de los cuerpos por virtud de San Ignacio, 
exclamó el demonio dando bramidos:

NO ME MENTEIS A SAN IGNACIO,
QUE ES EL MAYOR ENEMIGO
QUE TENGO EN EL MUNDO.

 P Rivadeneira. Lib. A. C.V.

CÉDULA 
ANIMA CHRISTI

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Agua del costado de Cristo, purifícame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh buen Jesús! Óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti
para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos, 

Amén.

ORACIÓN DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

Tomad, Señor, recibid toda mi libertad, 
mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad, 
todo mi haber y mi poseer, 
Vos me lo disteis a Vos Señor lo torno,
 todo es vuestro.

Disponed de todo a vuestra voluntad. 
Dadme vuestro amor y gracia que esto me basta.

 INVOCACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
AL ETERNO PADRE SEGÚN SAN LUCAS

LA MAGNÍFICA

Glorifica mi alma al Señor.
Y mi espíritu se llena de gozo 
al contemplar la bondad de Dios mi salvador.

Porque ha puesto la mirada en la humilde sierva suya, 
y ved aquí el motivo porque me tendrán por dichosa 
todas las generaciones.

Pues hizo en mi favor cosas grandes y maravillosas 
el que es Todopoderoso 
y su nombre es infinitamente santo.

Cuya misericordia se extiende 
de generación en generación 
a todos cuantos le temen.

Extendió el brazo de su poder, 
disipó el orgullo de los soberbios 
trastornando sus designios.

Desposeyó a los poderosos y elevó a los humildes.
A los necesitados llenó de bienes 
y a los ricos los dejó sin cosa alguna.

Exaltó a Israel su siervo 
acordándose de él por su gran misericordia y bondad.

Así como lo había prometido a nuestros padres, 
a Abraham y a toda su descendencia 
por los siglos de los siglos. 

Así sea.

SAN IGNACIO DE LOYOLA




Con causa puede consolar al ánima así el buen ángel como el malo, por contrarios fines: el buen ángel por provecho del ánima, para que crezca y suba de bien en mejor; y el mal ángel para el contrario, y adelante para traerla a su dańada intención y malicia. 


Propio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis, entrar con la ánima devota y salir consigo, es a saber, traer pensamientos buenos y santos conforme a la tal ánima justa, y después poco a poco procura de salirse, trayendo a la ánima a sus engańos cubiertos y perversas intenciones.


Debemos mucho advertir el discurso de los pensamientos; y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien, seńal es de buen ángel; mas si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala, o distrativa, o menos buena que la que el ánima antes tenía propuesta de hacer, o la enflaquece o inquieta o conturba a la ánima quitándola su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía, clara seńal es proceder de mal espíritu, enemigo de nuestro provecho y salud eterna.


En los que proceden de bien en mejor, el buen ángel toca a la tal ánima dulce, leve y suavemente, como gota de agua que entra en una esponja; y el malo toca agudamente y con sonido y inquietud, como cuando la gota de agua cae sobre la piedra; y a los que proceden de mal en peor tocan los sobredichos espíritus contrario modo. Cuya causa es la disposición del ánima ser a los dichos ángeles contraria o símilar, porque, cuando es contraria, entran con estrépito y con sentidos, perceptiblemente; y cuando es símilar, entra con silencio, como en propia casa a puerta abierta.



Así es como suena la voz de Satanás, según san Ignacio de Loyola

  
Es muy distintiva y puede reconocerse fácilmente
En su enseñanza sobre el discernimiento de los espíritus, san Ignacio de Loyola establece unas reglas específicas para saber identificar la voz que habla en tu alma. En particular, Loyola explica cómo identificar si es Satán quien te está hablando.

Loyola señala que “si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala o distractora, o menos buena que la que el ánima antes tenía propuesta de hacer, o la enflaquece o inquieta o conturba a la ánima, quitándola su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía, clara señal es que procede de mal espíritu, enemigo de nuestro provecho y salvación eterna”.

Aunque en la mayoría de los casos esto es cierto, existe también una dimensión añadida de discernimiento con respecto al estado del alma de una persona.

Si el alma se mueve “de bien en mejor, el buen Ángel toca a la tal ánima dulce, leve y suavemente”, mientras que el mal Ángel “toca agudamente y con sonido e inquietud”.

Si el alma se mueve “de mal en peor”, entonces lo verdadero es lo contrario a lo anterior, el buen espíritu puede parecer cortante e intentar devolvernos vehementemente en la buena dirección, mientras que el mal Ángel intentará seducirnos “suavemente” para caer en un pecado peor.

Por tanto, es importante comprender el estado de nuestra propia alma antes de determinar qué voz nos está hablando.

La observación de Loyola derivó de años de discernimiento en su propia vida y ha encontrado confirmación en otras fuentes.

Por ejemplo, un sacerdote del siglo XVI llamado Lorenzo Scupoli escribió: “El diablo hace el máximo esfuerzo para desterrar la paz del corazón de uno, porque sabe que Dios reside en la paz y que es en la paz donde logra grandes cosas”.

La próxima vez que oigas una voz en tu corazón que influya en tus sentimientos y emociones, da un paso atrás y usa la guía de Loyola para discernir.


Puede que sea precisamente el diablo tratando de arrancarte de Dios, llevándote a las profundidades de la desesperación.








miércoles, 19 de septiembre de 2018

LOS 10 MANDAMIENTOS CONTRA EL DIABLO


El cardenal Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Génova (Italia), imprimió una carta pastoral en la que enumera los “diez mandamientos” para defenderse del Tentador.



I. No olvides que el Diablo existe, porque su primera mentira es hacernos creer que no existe. 

II. No olvides que el Diablo es un tentador. No te consideres ni exento ni invulnerable. 

III. No olvides que el Diablo es sumamente inteligente y astuto. Logra su insidia siendo fascinante, como lo hizo con el primer hombre. 

IV. Sé vigilante: con los ojos y el corazón. Y sé fuerte: en espíritu y virtud. 

V. Cree firmemente en la victoria de Cristo sobre el Tentador, pues ésto te hará seguro e imperturbable incluso ante la agresión más violenta que se desate contra ti. 

VI. Recuerda que Cristo te hace partícipe de su victoria. 

VII. Continúa escuchando la Palabra de Dios. 

VIII. Sé humilde y ama la mortificación. 

IX. Reza siempre, sin cansarte, para que superes la tentación. 

X. Adora al Señor tu Dios y solamente a Él ríndele culto.

SAN JUAN DE LA CRUZ


       san juan de la cruz


- El alma que está unida con Dios, el demonio la teme como al mismo Dios.

- El más puro padecer trae y acarrea más puro entender.

- Amado mío, todo lo áspero y trabajoso quiero para mí, y todo lo suave y sabroso quiero para ti.

- Más se granjea en los bienes de Dios en una hora que en los nuestros toda la vida.

- Hable poco, y en cosas que no es preguntado no se meta.

- Siempre procure traer a Dios presente y conservar en sí la pureza que Dios le enseña.

- No se disculpe ni rehúse ser corregido de todos; oiga con rostro sereno toda reprensión; piense que se lo dice Dios.

- Tenga por misericordia de Dios que alguna vez le digan alguna buena palabra, pues no merece ninguna.

- No se queje de nadie; no pregunte cosa alguna, y si le fuere necesario preguntar, sea con pocas palabras.

- No contradiga. En ninguna manera hable palabras que no vayan limpias.

- Lo que hablare sea de manera que no sea nadie ofendido, y que sea en cosas que no le pueda pesar que lo sepan todos.

- No niegue cosa que tenga, aunque la haya menester.

- Calle lo que Dios le diere y acuérdese de aquel dicho de la esposa: Mi secreto para mí (Is. 24, 16).

- El que solo se quiere estar, sin arrimo de maestro y guía, será como el árbol que está solo y sin dueño en el campo, que, por más fruta que tenga, los viadores se la cogerán y no llegará a sazón.

- Más quiere Dios en ti el menor grado de pureza de conciencia que cuantas obras puedes hacer.

- Más quiere Dios en ti el menor grado de obediencia y sujeción que todos esos servicios que le piensas hacer.

- Más estima Dios en ti el inclinarte a la sequedad y al padecer por su amor que todas las consolaciones y visiones espirituales y meditaciones que puedas tener.

- Más agrada a Dios el alma que con sequedad y trabajo se sujeta a lo que es razón, que la que, faltando en esto, hace todas sus cosas con consolación.

- Más agrada a Dios una obra, por pequeña que sea, hecha en escondido, no teniendo voluntad de que se sepa, que mil hechas con gana de que las sepan los hombres. Porque el que con purísimo amor obra por Dios, no solamente no se le da nada de que lo vean los hombres, pero ni lo hace porque lo sepa el mismo Dios; el cual, aunque nunca lo hubiese de saber, no cesaría de hacerle los mismos servicios con la misma alegría y pureza de amor.

- La obra pura y entera hecha por Dios en el seno puro hace reino entero para su dueño.

- El alma enamorada es alma blanda, mansa, humilde y paciente.

- El alma dura en su amor propio se endurece.

- El que la ocasión pierde, es como el que soltó el ave de la mano, que no la volverá a cobrar.

- Mira que tu ángel custodio no siempre mueve el apetito a obrar, aunque siempre alumbra la razón; por tanto, para obrar virtud, no esperes al gusto, que bástate la razón y entendimiento. No da lugar el apetito a que le mueva el ángel cuando está puesto en otra cosa.

- Tú, Señor, vuelves con alegría y amor a levantar al que te ofende y yo no vuelvo a levantar y honrar al que me enoja a mí.

- No pienses que el agradar a Dios está tanto en obrar mucho como en obrarlo con buena voluntad, sin propiedad y respetos.

- A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición.

- No te goces en las prosperidades temporales, pues no sabes de cierto que te aseguran la vida eterna.

- En la tribulación acude luego a Dios confiadamente, y serás esforzado, y alumbrado y enseñado.

- En los gozos y gustos acude luego a Dios con temor y verdad, y no serás engañado ni envuelto en vanidad.

- Toma a Dios por esposo y amigo con quien te andes de continuo, y no pecarás, y sabrás amar, y haránse las cosas necesarias prósperamente para ti.

- Aunque obres muchas cosas, si no aprendes a negar tu voluntad y sujetarte, perdiendo cuidado de ti y de tus cosas, no aprovecharás en la perfección.

- ¿Qué aprovecha dar tú a Dios una cosa si él te pide otra? Considera lo que Dios querrá y hazlo, que por ahí satisfarás mejor tu corazón que con aquello a que tú te inclinas.

- No te alegres vanamente, pues sabes cuántos pecados has hecho y no sabes cómo está Dios contigo, sino teme con confianza. 

- El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa.
Para enamorarse Dios del alma, no pone los ojos en su grandeza, mas en la grandeza de su humildad.

- Toda la bondad que tenemos es prestada, y Dios la tiene por propia obra; Dios y su obra es Dios.

- La sabiduría entra por el amor, silencio y mortificación. Grande sabiduría es saber callar y no mirar dichos ni hechos ni vidas ajenas.

- La perfección no está en las virtudes que el alma conoce de si, mas consiste en las que nuestro Señor ve en el alma, la cual es carta cerrada, y así no tiene de qué presumir, mas estar el pecho por tierra acerca de sí.

- El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande desnudez y padecer por el Amado.

- Cuanto más te apartas de las cosas terrenas, tanto más te acercas a las celestiales y más hallas en Dios.

- Quien se queja o murmura ni es perfecto ni aun buen cristiano.

- Humilde es el que se esconde en su propia nada y se sabe dejar a Dios.

- Manso es el que sabe sufrir al prójimo y sufrirse a sí mismo.

- Procure conservar el corazón en paz; no le desasosiegue ningún suceso de este mundo; mire que todo se ha de acabar.

- Nunca tomes por ejemplo al hombre en lo que hubieres de hacer, por santo que sea, porque te pondrá el demonio delante sus imperfecciones sino imita a Cristo, que es sumamente perfecto y sumamente santo, y nunca errarás.

- Pon amor donde no hay amor y sacarás amor.

Santo Domingo de Guzmán y los demonios que expulsó con el Rosario de la Virgen


Cuenta San Luis María Grignion de Montfort, en su libro “El Secreto Admirable del Santísimo Rosario”, que en una ocasión estaba Santo Domingo de Guzmán predicando el Rosario y le llevaron un hereje albigense poseso por demonios, a quien exorcizó en presencia de una gran muchedumbre.
El santo les hizo a los malignos varias preguntas y ellos, por obligación, le dijeron que eran 15.000 los que estaban en el cuerpo de ese hombre porque este había atacado los quince misterios del Rosario (Los misterios luminosos, con los que aumentan a 20, fueron introducidos recién en 2002 por San Juan Pablo II).
Durante el exorcismo, los demonios le dijeron al santo que con el Rosario que predicaba, llevaba el terror y el espanto a todo el infierno, y que él era el hombre que más odiaban en el mundo a causa de las almas que les quitaba con esta devoción.
Santo Domingo arrojó su Rosario al cuello del poseso y les preguntó a cuál de los santos del cielo temían más y cuál debía ser más amado y honrado por los hombres. Los enemigos, ante estas interrogantes, dieron gritos tan espantosos que muchos de los que estaban allí presentes cayeron en tierra por el susto.
Los malignos, para no responder, lloraban, se lamentaban y pedían por boca del poseso a Santo Domingo que tuviera piedad de ellos. El santo, sin inmutarse, les contestó que no cesaría de atormentarlos hasta que respondieran lo que les había preguntado. Entonces ellos dijeron que lo dirían, pero en secreto, al oído y no delante de todo el mundo. El santo, en cambio, les ordenó que hablaran alto, pero los diablos no quisieron decir palabra alguna.
El Padre Domingo, puesto de rodillas, hizo la siguiente oración: 
“Oh excelentísima Virgen María, por la virtud de tu salterio y Rosario, ordena a estos enemigos del género humano que contesten mi pregunta”.
De pronto, una llama ardiente salió de las orejas, la nariz y la boca del poseso. Los demonios seguidamente le rogaron a Santo Domingo que, por la pasión de Jesucristo y por los méritos de su Santa Madre y los de todos los santos, les permitiera salir de ese cuerpo sin decir nada porque los ángeles en cualquier momento que él quisiera se lo revelarían.
Más adelante, el santo volvió a arrodillarse y elevó otra plegaria:“Oh dignísima Madre de la Sabiduría, acerca de cuya salutación, de qué forma debe rezarse, ya queda instruido este pueblo, te ruego para la salud de los fieles aquí presentes que obligues a estos tus enemigos a que abiertamente confiesen aquí la verdad completa y sincera”.
Apenas terminó de pronunciar estas palabras, el santo vio cerca de él una multitud de ángeles y a la Virgen María que golpeaba al demonio con una varilla de oro, mientras le decía: “Contesta a la pregunta de mi servidor Domingo”. Aquí hay que tener en cuenta que el pueblo no veía, ni oía a la Virgen, sino solamente a Santo Domingo.
Los demonios comenzaron a gritar: “¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y confusión nuestra! ¿Por qué viniste del cielo a atormentarnos en forma tan cruel? ¿Será preciso que por ti, ¡oh abogada de los pecadores, a quienes sacas del infierno; oh camino seguro del cielo!, seamos obligados –a pesar nuestro– a confesar delante de todos lo que es causa de nuestra confusión y ruina? ¡Ay de nosotros! ¡Maldición a nuestros príncipes de las tinieblas!”.
“¡Oíd, pues, cristianos! Esta Madre de Cristo es omnipotente y puede impedir que sus siervos caigan en el infierno. Ella, como un sol, disipa las tinieblas de nuestras astutas maquinaciones. Descubre nuestras intrigas, rompe nuestras redes y reduce a la inutilidad todas nuestras tentaciones. Nos vemos obligados a confesar que ninguno que persevere en su servicio se condena con nosotros”.
“Un solo suspiro que ella presente a la Santísima Trinidad vale más que todas las oraciones, votos y deseos de todos los santos. La tememos más que a todos los bienaventurados juntos y nada podemos contra sus fieles servidores”.
De igual manera los malignos confesaron que muchos cristianos que la invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes ordinarias, se salvan gracias a su intercesión. “¡Ah! Si esta Marieta –así la llamaban en su furia– no se hubiera opuesto a nuestros designios y esfuerzos, ¡hace tiempo habríamos derribado y destruido a la Iglesia y precipitado en el error y la infidelidad a todas sus jerarquías!”.
Luego añadieron que “nadie que persevere en el rezo del Rosario se condenará. Porque ella obtiene para sus fieles devotos la verdadera contrición de los pecados, para que los confiesen y alcancen el perdón e indulgencia de ellos”.
Es así que Santo Domingo hizo rezar el Rosario a todo el pueblo muy lenta y devotamente, y en cada Avemaría que rezaban, salían del cuerpo del poseso una gran multitud de demonios en forma de carbones encendidos.
Cuando todos los enemigos salieron y el hereje quedó libre, la Virgen María, de manera invisible, dio su bendición a todo el pueblo, que experimentó gran alegría. “Este milagro fue causa de la conversión de gran número de herejes, que incluso se inscribieron en la Cofradía del Santo Rosario”, concluyó San Luis María Grignion de Montfort.



Para que los hombres sean liberados de las insidias del maligno.

Consejos para DISCERNIR la VOZ de DIOS y alejar al demonio.

Cuando se está enseñando sobre el discernimiento de las voces espirituales, a menudo se dice que no todas las voces en tu cabeza provienen de ti, y no todas tienes que escucharlas.
“Si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres” (Juan 8,36)
¿Crees que Cristo tiene el poder de liberarte? Cualquier cosa con la que luches, ya sea adicción, soledad, pecado habitual, baja autoestima, orgullo o enojo, Jesús quiere ayudarte a liberarte de ello. Él tiene el poder de hacerlo. A veces no creemos en esto realmente.

1-¡Cuidado con el enemigo!
Si Cristo quiere liberarnos de nuestros pecados y tentaciones, ¿por qué nos sentimos como si fuera una tarea imposible llevarlo a cabo?
Liberarnos de nuestras cadenas puede ser difícil porque estamos en medio de una batalla espiritual. El demonio está tentándonos constantemente a escucharlo, a creer las mentiras con las que se ha infiltrado nuestra cultura y nuestra mente.
2-Con demasiada frecuencia, las mentiras del demonio no se reconocen como tal en nuestras propias cabezas. Las confundimos con nuestra voz o con la voz de Dios.
El demonio es un mentiroso, pero también es muy inteligente, y puede conseguir que aquellos que no estén alerta caigan en sus trampas. Por eso la Escritura nos dice:
3-“Mantente sobrio y vigilante. Tu oponente, el diablo, ronda como un león buscando a quien devorar. Resístete, mantente firme en la fe, sabiendo que tus compañeros creyentes en todo el mundo sufren tus mismos sufrimientos” (1 Pedro 5,8-9)
Para que no sintamos que estamos luchando una batalla perdida, Cristo nos ha equipado con todo lo que necesitamos para luchar la batalla contra la oscuridad del pecado.
4-LA GRACIA DE DIOS NOS GUÍA.
+En primer lugar, nos ha permitido discernir la voz de Dios. Dependemos totalmente de su gracia, y cuanto más nos damos cuenta de esto, más nos abrimos a recibirlo.
Permanecemos abiertos a su gracia a través de la oración diaria y de la recepción de los sacramentos.
Herramientas para el viaje.
 
+En segundo lugar, Dios nos ha dado la Sagrada Escritura para ayudarnos a andar nuestro camino a través de este viaje.
+En tercer lugar, Dios nos ha dado la sabiduría de los grandes santos que han venido antes nosotros, de Pablo y de Agustín hasta Teresa de Ávila y Teresa de Lisieux, los santos vivieron profundas vidas de oración e impartieron gran sabiduría sobre nosotros.
Todos estos santos escribieron extensamente y, en sus escritos, que encontraron rica sabiduría sobre cómo discernir la voz de Dios en nuestras vidas.
Tal vez uno de los escritores más perspicaces de todos es San Ignacio de Loyola, quien escribió las catorce reglas para el discernimiento de los espíritus.
Píldoras de fé

¿Quién es el Diablo?


La Iglesia enseña que al comienzo los diablos eran ángeles buenos, creados por Dios, pero que después por sí mismos, por su libre e irrevocable decisión, se transformaron en malvados, rebelándose, rechazando a Dios.

El Evangelio de San Juan llama al diablo Satanás “el príncipe de este mundo” (Jn 12, 31). “El diablo es pecador desde el principio” (1 Jn 3, 8), y se opone personalmente a Dios y a su plan de salvación.


1-¿Qué poderes tiene el diablo sobre nosotros?
En la Primera Carta del mismo San Juan se lee: “Todo el mundo yace bajo el poder del Maligno” (5, 19). San Pablo habla de nuestra batalla contra las potencias espirituales (cfr. Ef 6, 10-17). Es también por causa de él que el pecado y sus consecuencias (enfermedad, sufrimiento, cataclismos y sobretodo la muerte) entraron en el mundo.

2-El diablo obra generalmente mediante la tentación y el engaño; es mentiroso, “padre de la mentira” (Jn 8, 44). Puede engañar, inducir al error, ilusionar. Como Jesús es la Verdad (cfr. Jn 8, 44), así el diablo es el mentiroso por excelencia. El escritor francés Charles Baudelaire decía que la astucia más perfecta de Satanás consiste en convencernos de que no existe.

3-El diablo posee un inmenso poder de seducción:
Sedujo a Adam y a Eva: de todas las obras realizadas por el diablo “La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios” (CIC, 394); ha tratado de seducir también a Cristo directamente (cfr. Lc 4,1-13) o sirviéndose de Pedro (cfr. Mt 16,23); trata de seducir a los discípulos de Cristo. La estrategia que sigue para obtener este resultado es la de convencer al ser humano de que una vida vivida en la desobediencia a la voluntad divina es mejor que aquella vivida en la obediencia. Engaña a los seres humanos persuadiéndolos de que no hay necesidad de Dios y de que son autosuficientes, sin necesidad de la Gracia y de la Salvación. Incluso engaña a los seres humanos disminuyendo, más aún haciendo desaparecer el sentido del pecado.

4-“El poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios” (CIC, 395). Su acción, además de ser limitada, “es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero “nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rm 8,28)” (CIC, 395)

5-¿Por qué Dios “permite” a Satanás que “atormente” al ser humano?
La vida terrena es un tiempo de prueba, durante el cual Dios consiente al demonio que tiente y “pruebe” al ser humano, pero nunca por encima de sus fuerzas. Sabemos, sin embargo, por la Fe que de este mal Dios saca un bien más grande porque, con su gracia, el corazón sale purificado de la prueba y la Fe se hace más sólida.

6-¿En qué modo Jesús se comporta con los demonios?
Él, antes que nada, habla frecuentemente del diablo (cfr. p. ej.: Mt 4, 10; Mc 4, 15; Lc 10, 18; Jn 8, 44). Además, Él actúa contra el demonio: por ejemplo, cuando en la tentaciones en el desierto Jesús reacciona con fuerza (cfr. Lc 4, 1-13). “La tentación en el desierto muestra a Jesús, humilde Mesías que triunfa de Satanás mediante su total adhesión al designio de salvación querido por el Padre” (CIC, 566).

7-En el Evangelio de San Lucas, leemos que Jesús manda a los demonios, que lo reconocen como el Hijo de Dios (cfr. Lc 4, 41; 8, 28…); entre los milagros que realiza Jesús, hay liberaciones de posesiones diabólicas (cfr. Mc 1, 25; 5, 2-20): realizando esas curaciones, él “tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.” (Mt 8, 17); diversas veces los Evangelistas nos cuentan que Jesús practica varios exorcismos, con los que libera a algunas personas de los tormentos de los demonios, anticipando así la gran victoria que El actuaría sobre el príncipe de este mundo (cfr. Mc 1, 25-26), con Su Muerte y Resurrección; Jesús predica la venida del reino de Dios, la cual constituye la derrota del reino de Satanás: “Pero si expulso a los demonios con el poder del Espíritu de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Mt 12, 28); confía el poder de expulsar los demonios también a sus Apóstoles (cfr. Mc 3, 15; 6, 7.13; 16, 17); vence todo el mundo del mal con Su Muerte y Resurrección. Jesucristo ha vencido a Satanás y ha definitivamente roto el dominio del espíritu maligno (cfr. Col 2, 15; Ef 1, 21; Ap 12, 7-12), él es “el más fuerte” que ha vencido al “fuerte” (cfr. Lc 11, 22). “Tengan confianza -dice el Señor- ¡Yo he vencido al mundo!” (Jn 16, 33).

8-Justo cuando, después de su muerte, desciende a los infiernos, Jesús reduce “a la impotencia, mediante la muerte, a aquel que de la muerte tenía el poder, es decir al diablo” (Hb 2, 14).

9-¿Cómo luchar contra el diablo?
De varias maneras complementarias:

-Primero que nada con una genuina vida de Fe, caracterizada por un confiado abandono en el amor paterno y providente de Dios (cfr. Lc 12, 22-31), y de obediencia a su voluntad (cfr. Mt 6, 10), imitando a Cristo Señor. Esta es la protección más segura. La más bella victoria sobre el influjo de Satanás es la continua conversión de nuestra vida, que tiene una propia actuación especial y continua en el Sacramento de la Reconciliación, mediante el cual Dios nos libera de los pecados cometidos después de nuestro bautismo, nos dona nuevamente Su amistad, y nos confirma con su gracia para resistir a los ataques del Maligno.
-Con una permanente vigilancia; “Estad alertas. Vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente va buscando a quien devorar” (1 Pe 5, 8).
-Acogiendo y testimoniando, cada vez más, con la palabra y con las obras, el Evangelio. Para ello es necesario un anuncio integral y valiente del Evangelio: no se debe tener miedo de hablar del demonio, y sobretodo de la victoria que Cristo ya ha obtenido sobre él y continúa a obtener en la persona de sus fieles.
-Luchando contra sus seducciones y tentaciones. “A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final. Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo.” (Concilio Vaticano ii,Gaudium et Spes, n. 37, 2).
Huyendo, evitando el pecado, que “es una ofensa a Dios: “Contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí” (Sal 51,6). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de él nuestros corazones. Como el primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra Dios por el deseo de hacerse “como dioses”, pretendiendo conocer y determinar el bien y el mal (Gn 3,5). El pecado es así “amor de sí hasta el desprecio de Dios”.” (CIC, 1850)
-Utilizando el discernimiento. “El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior (cf Lc 8, 13-15; Hch 14, 22; 2 Tm 3, 12) en orden a una “virtud probada” (Rm 5, 3-5), y la tentación que conduce al pecado y a la muerte (cf St 1, 14-15). También debemos distinguir entre “ser tentado” y “consentir” en la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su objeto es “bueno, seductor a la vista, deseable” (Gn 3, 6), mientras que, en realidad, su fruto es la muerte.” (CIC, 2847).
-Orando. “Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará contra nosotros?” (Rm 8, 31). El mismo Señor, en la oración del Padre nuestro, nos ha enseñado a pedir a Dios Padre: “Líbranos del mal”. “Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo. Orando así, anticipa en la humildad de la fe la recapitulación de todos y de todo en Aquél que “tiene las llaves de la Muerte y del Hades” (Ap 1,18), “el Dueño de todo, Aquél que es, que era y que ha de venir” (Ap 1,8; cf Ap 1, 4)” (CIC, 2854).
-Recurriendo cuando sea necesario al exorcismo.

Discernimiento

¿Cuál es la voluntad de Dios para mí en esta situación?
¿Qué quiere Jesucristo?
¿Qué me pide Dios en las situaciones concretas de mi vida?.

Por: Mayra Novelo de Bardo | Fuente: Catholic.net

La vida humana comporta una gran cantidad de opciones, pues Dios nos creó libres, y puso nuestra propia realización en nuestras manos. No está exento de dificultades el camino de nuestra santificación. Todos nos encontramos ante problemas y situaciones cuya solución no se vislumbra fácil, acertada, clara y rápida. Se nos presentan dilemas. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer? Para el no creyente, o para la persona con una fe que no afecta su vivir diario, la decisión suele basarse únicamente en la razón, pesando los pros y los contras de las opciones, o en la intuición, fruto muchas veces de las emociones, caprichos o preferencias. Sin embargo, para quien posee una fe viva y operante, la pregunta «¿Qué debo hacer?» se convierte en: ¿Cuál es la voluntad de Dios para mí en esta situación? ¿Qué quiere Jesucristo? Nuestra misión como orientadores consistirá en ayudar a las almas a discernir qué les pide Dios en las situaciones concretas de sus vidas.


A. ¿Qué entendemos por “Discernimiento de espíritus”?

“Por discernimiento de espíritus se significa el proceso por el cual nosotros examinamos, a la luz de la fe y en la connaturalidad del amor, la naturaleza de los estados espirituales que experimentamos en nosotros y en los demás. El propósito de tal examen es decidir lo más posible cuáles de los movimientos que experimentamos nos llevan al Señor y a un servicio más perfecto de Él y de nuestros hermanos, y cuáles nos apartan de este fin... Cuando hablamos de connaturalidad del amor nos referimos a un conocimiento de fe y amor, es decir, no se trata tanto de un razonamiento y de un análisis, sino de ese conocimiento que procede de la experiencia de alguien a quien amamos .” (Thomas H.. Green. La cizaña en el trigo, Narcea, 1992, p. 51).

Según su origen hay dos tipos de discernimiento:

1. El discernimiento adquirido. 

Se posee por medio del ejercicio y del conocimiento de las personas, por la oración, el estudio y la experiencia propia.

2. El discernimiento infuso.
Éste es un don de Dios. Un carisma dado para ayudar a los demás. Hay sacerdotes, religiosos o seglares que, sin una gran formación teológica o espiritual, tienen sin embargo una gran capacidad de discernimiento y consejo. San José de Cupertino, San Juan María Vianney (mejor conocido como el santo Cura de Ars), Santa Teresa de Jesús, por mencionar algunos, son ejemplos de esta capacidad infusa.

3. La capacidad para discernir los espíritus es una gracia del Espíritu Santo, unida al don de consejo y de entendimiento.

Para poder comprender mejor la necesidad del discernimiento, partamos de un primer hecho: somos creaturas amadas por un Dios que ha querido compartir con nosotros su vida, su amor, y quiere que lleguemos a la plenitud de felicidad para la cual nos ha creado en la eternidad. Siendo tan bello su plan, ¡cuán importante resulta discernir los caminos que nos llevan a cumplir su voluntad! Dios no se desentiende de nosotros, vino para habitar entre nosotros y dentro de nosotros. No sólo se encarnó, además, por nuestro bautismo nos hemos convertido en su morada. La Santísima Trinidad habita en nosotros por la gracia santificante. Somos «templos del Espíritu Santo», y gozamos de sus inspiraciones en nuestra conciencia.

Vayamos a un segundo hecho: debido a nuestra condición de creaturas caídas (pecadoras), a nuestra inteligencia obscurecida se le dificulta conocer la voluntad de Dios, y a nuestra voluntad debilitada le molesta seguir esta voluntad aunque la conozca. Nuestras pasiones y sentimientos se han desordenado; muchas veces parecen niños caprichosos, como bien los describe San Juan de la Cruz, nunca satisfechos y siempre buscando obtener cuanto nos piden.

Reconozcamos un tercer hecho, hoy muy rebatido, pero que permanece como una verdad en nuestra fe católica: existe el demonio y sentimos su influencia en nosotros mismos y en el mundo. Él es el “padre de la mentira”, odia a Dios, y cifra su único interés en apartarnos de Él, utilizando diversas estrategias.

Por tanto, concluimos lógicamente en la necesidad de recibir ayuda para discernir la voluntad de Dios para nosotros; cuáles movimientos en nosotros nos llevan a verla con más claridad y a cumplirla, y cuáles nos apartan de ella.

También tenemos necesidad de discernir cuáles «espíritus» son buenos y cuáles son malos, pues a veces sentimos en nuestro interior varias voces que nos pueden confundir. Veamos algunos ejemplos. Una joven siente en sí el llamado a hacer algo más con su vida. Se siente atraída por la vida religiosa, pero por otra parte siente también el deseo de ser enfermera como su madre, de ser profesora, como su tía… quiere darse a los demás pero se pregunta: ¿Qué querrá entonces Dios? ¿Cómo discernir? Una mujer consagrada, ha estado viviendo bien, de pronto los problemas la asaltan, todo lo ve negro, oye voces de “deja esto y sal al mundo” u otros ‘comentarios’ semejantes. Ella se siente dividida interiormente ¿qué hacer?

4. Para poder discernir auténticamente, necesitamos unas predisposiciones:

a) Deseo de hacer la voluntad de Dios. Necesitamos querer lo que Dios quiere, si no, es imposible el discernir. El director espiritual debe querer cuanto Dios quiera para esta persona en concreto y el orientado también debe adoptar una actitud de «firmar el cheque en blanco» a Dios.

b) Apertura a Dios. Viene implícito en la primera disposición, sin embargo, en ocasiones queremos elegir según nuestro propio gusto queriendo que sea el gusto de Él. Deseamos trabajar para Él, pero en el fondo, no nos gusta que sea de verdad el jefe. Dios tiene sus misterios, en ocasiones resulta desconcertante y «escribe derecho con líneas torcidas».

c) Conocimiento experiencial de Dios. Conocer a Dios significa conocer sus gustos, conocer lo que le agradaría más. Por eso, también se acude al director espiritual en busca de alguien que, además de la gracia de estado, tiene tal experiencia de Dios que les puede ayudar a discernir sus gustos. (Thomas H. Green)

San Ignacio de Loyola señala la materia sobre la cual no se debe discernir:

a) Las elecciones inmutables y las decisiones ya tomadas debida y ordenadamente. Opciones de vida tomadas con seriedad y validez. El demonio suele tentar y hacer la vida imposible susurrando el replantearse una y otra vez las opciones serias de la vida: matrimonio, vocación consagrada o sacerdotal. Si se han hecho con madurez y poseen un carácter de validez, generalmente no pueden tomarse como materia de discernimiento.

b) Lo malo en sí. Jamás podremos discernir opciones moralmente ilícitas, por ejemplo si tener un aborto o no, fornicar o no, mentir o no, etc. Nunca deben elegirse acciones intrínsecamente deshonestas so pena de ofender gravemente a Dios. Ciertamente, en ocasiones resulta difícil tener una idea sobre la bondad o malicia de una acción determinada, en esos casos, consultaremos a personas competentes y sólidos en la doctrina moral.
B. El conocimiento de los diversos espíritus.

El “discernimiento de espíritus” es una de las funciones más importantes del director de almas. El discernimiento sobrenatural es obra de la virtud de la prudencia iluminada y elevada por la fe y también de un carisma que a veces Dios infunde en algunas personas. Sólo sabiendo practicar el auténtico discernimiento puede uno ser “enseñado por Dios”, es decir, llegar a ser lo que San Juan y San Pablo llamaban theodídacta (cf. 1 Tes 4,9; 1 Jn 2,27). Escribía a este respecto Balduino de Cantorbery: “Está escrito: ‘Cree uno que su camino es recto y va a parar a la muerte’. Para evitar este peligro nos advierte San Juan: ‘Examinad los espíritus si provienen de Dios’. Pero, ¿quién será capaz de examinar si los espíritus provienen de Dios, si Dios no le da el discernimiento de espíritus, con el que pueda examinar con agudeza y rectitud sus pensamientos, afectos e intenciones? Este discernimiento es la madre de todas las virtudes, y a todos es necesario, ya sea para la dirección espiritual de los demás, ya sea para corregir y ordenar la propia vida”.

El “discernimiento” es fundamentalmente un acto de dos realidades: un acto de la virtud de la prudencia y un carisma del Espíritu Santo.

1) El discernimiento como acto de la prudencia
La prudencia, llamada por los antiguos “diákrisis”, La Carta a los Hebreos se refiere a esto cuando habla del discernir lo bueno y lo malo (Hb 5,14). Santo Tomás recuerda las palabras de San Agustín quien afirmaba que “la prudencia es un amor que discierne bien aquellas cosas que ayudan a tender a Dios de aquellas que nos impiden ir a Él”, es decir, comenta el Aquinate, “amor que mueve a discernir”. Este juicio discretivo no es un acto puramente intelectual y especulativo sino un juicio eminentemente práctico que se realiza en gran medida por connaturalidad, es decir, por cierta comparación con la propia naturaleza perfeccionada por la gracia. De aquí la necesidad de tener en uno mismo los hábitos virtuosos que nos connaturalizan con el bien (natural y sobrenatural). En este sentido explica Santo Tomás aquellas palabras de San Pablo: El hombre animal no percibe las cosas del Espíritu de Dios; son para él locura y no puede entenderlas, porque hay que juzgarlas espiritualmente. Al contrario, el espiritual juzga de todo, pero a él nadie puede juzgarlo (1 Cor 2,14-15).

En cuanto parte de la prudencia el discernimiento es un “arte” difícil de adquirir, especialmente por el origen sobrehumano de algunas mociones que agitan el alma. Aun cuando se juzgue a partir de reglas infalibles (por estar, por ejemplo, inspiradas en la Sagrada Escritura), el juicio siempre es falible, pues es un juicio sobre circunstancias concretas, variables, sujetas a error por parte nuestra. De aquí la obligación grave para todo director espiritual de poner los medios necesarios para adquirir este discernimiento y luego para llevarlo a madurez. Los medios son:

–El primero, la oración ante cualquier juicio y dictamen que se deba realizar.

–El segundo, el estudio de la Sagrada Escritura, de los Padres y teólogos, de la teología moral, ascética y mística. Estudio significa también la permanente preocupación por mantener en acto los conocimientos y por profundizarlos.

–El tercero, la experiencia que, si no es totalmente personal, al menos debe apoyarse en la ajena, es decir, en los escritos de los grandes maestros de la vida espiritual (como San Juan de la Cruz, San Ignacio, Santa Teresa, etc.).

–El cuarto, la práctica de las virtudes,< pues el juicio discrecional es un juicio por connaturalidad. El que no es virtuoso no tiene connaturalidad con la virtud ni con el bien, y se engaña en los intrincados caminos del Espíritu Santo.

–El quinto, evitar los obstáculos que impiden el verdadero discernimiento: la falsa confianza en sí mismo, el juicio propio, la falta de humildad por la que no se consulta a los demás, la necedad.

–El sexto, gran prudencia al emitir cualquier juicio, evitando tanto la fácil credulidad cuanto la terca incredulidad.

2) El carisma de discernimiento

San Pablo enumera entre los carismas que distribuye el Espíritu Santo en su Iglesia, el discernimiento de espíritus (1 Cor 12,10). Este carisma es ordinariamente reservado a los santos y excepcionalmente puede ser acordado a algunos pecadores. Es una gracia gratis data, y como tal se da, según Santo Tomás y el Magisterio de la Iglesia, para la utilidad común de la Iglesia .Da al que discierne una luz, una “manifestación cognoscitiva” de lo que se refiere a los espíritus por los que somos inducidos al bien o al mal. El carisma de discernimiento se relaciona con el del profecía y lo completa. Por el de profecía se revela la existencia de los secretos del corazón; por el de discernimiento se descubre la fuente última de cada uno de esos secretos o movimientos del alma (es decir, si vienen de Dios, de la carne o del diablo).
C. Fenomenología de las mociones interiores
((1. Dos realidades psicológicas distintas

Hay que tomar conciencia de dos realidades psicológicas interiores diversas que se dan en todo ser humano. Son verdaderas mociones, fuerzas internas de acción, impulsos espirituales. Suele llamarse “espíritus” y es “un impulso, un movimiento o una inclinación interior de nuestra alma hacia alguna cosa que, en cuanto a la inteligencia es verdadera o falsa, y en cuanto a la voluntad es buena o mala”. Estos impulsos espirituales se perciben en dos grados:

a) Un grado común: como tendencias o impulsos de la naturaleza. Fenomenológicamente aparece constituida por un apetito natural que actúa con la presentación del objeto apto para que se actualice, es decir, como una tendencia connatural. Puede ser connatural con la naturaleza humana caída o connatural con la gracia.

b) Un grado intenso: como tendencias o impulsos particularmente penetrantes. Fenomenológicamente se designa como algo que viene de fuera. Se percibe como una realidad que no entra en el juego normal de las tendencias o impulsos connaturales. Tiene un carácter de solicitación, que parece recibirse de manera personal aguda, como efecto de la acción explícita y pretendida de un agente exterior personal. A veces lo expresan diciendo: “me viene esta idea”, “no me deja en paz este pensamiento”, “es como si me repitieran continuamente en el corazón tal o cual cosa”...

2. Dos modos de actuar de las mociones interiores

Según que el hombre coopere con cada uno de estos grados actúa de un modo diverso:

a) Cuando el hombre sigue las tendencias de grado común actúa como dueño de su comportamiento; nota que el proceso interior comienza en él, se desarrolla y acaba según las fuerzas naturales, según sus hábitos, temperamento, carácter, virtudes, y disposiciones naturales. Estos actos empiezan suave y espontáneamente y van creciendo de modo gradual con la fuerza que normalmente corresponde al objeto, a la disposición personal y a los hábitos del sujeto.

b) Cuando actúa impulsado por las tendencias intensas lo hace como intervenido, como forzado, como condicionado por impulsos en grado intenso; se dan en la conciencia elementos que no encajan de lleno dentro del proceder natural psicológico. Al tomar conciencia de ellos, la persona tiene dificultad en gobernarlos; en ocasiones puede cortarlos, pero con trabajo muy grande; a veces no puede cortarlos y no le queda más que tener paciencia y aguardar que cesen por sí mismos. No se someten a leyes psicológicas naturales.


3. Contenido de las mociones interiores

Podemos distinguir los siguientes contenidos posibles:

a) En la imaginación e inteligencia:

– Fantasías: presentación vívida de placeres, pecados, satisfacciones de las pasiones, hambre de venganza, odios vivaces; o, por el contrario: visión de la grandeza del fin del hombre, atractiva presentación de la virtud heroica, belleza del seguimiento de Cristo.

– Pensamientos: criterios persistentes y obsesivos de la inutilidad del esfuerzo ascético, de la necesidad de prudencia para no estropearse la salud con la mortificación; o bien: necesidad del sacrificio de la cruz, de gastar la vida por los demás.

b) En los sentidos interiores: voces, palabras, locuciones, visiones, manifestaciones de tipo diverso.

c) En el apetito: coloco aquí lo que se denominan consolaciones y desolaciones, que merecen una atención especial porque es uno de los tópicos fundamentales sobre los que se ejerce la discreción de espíritus.

– La consolación espiritual: es una moción interior que la persona siente como venida de fuera y que se percibe vitalmente en el campo de la conciencia inflamando al hombre en amor a Dios y haciéndolo incapaz de amar nada creado en sí mismo; en su experiencia interior el consolado siente que sólo en Dios puede amar lo creado. Puede ser espiritual-sensible, o puramente espiritual, o espiritual con redundancia en lo sensible.

– La desolación espiritual: es una moción interior que también se siente como venida de fuera, con sensación fuerte de opresión, de oscuridad del espíritu, de ennegrecimiento del horizonte y de la vida; con turbación, inclinación pasional a lo terreno y carnal; con impresión de necesitar poner la confianza en lo creado y gozar de ello. Puede ser espiritual-sensible o puramente espiritual.

4. Estados posteriores

A las consolaciones y desolaciones suele seguir un “estado”: estado de consuelo o de depresión, de paz o de inquietud, de serenidad o de turbación. No se deben confundir. Las mociones son transeúntes; los estados son efectos de aquéllas y tienen un carácter más duradero.


5. Orígenes posibles de las mociones


Todas las mociones pueden reducirse a tres: la diabólica, la natural y la divina.

1. La naturaleza

La naturaleza humana tiene tendencias connaturales al bien propio de cada una de las potencias del hombre: la verdad, el bien espiritual, el bien concupiscible y el bien arduo. Pero la naturaleza del hombre se encuentra herida por el pecado; por eso experimenta tendencias desordenadas hacia el bien, especialmente al bien sensible. Estas tendencias desordenadas –cuando no son combatidas– constituyen los “vicios capitales”.

2. El diablo

La naturaleza corporal obedece a los espíritus angélicos en cuanto al movimiento local y en tal sentido el espíritu diabólico puede actuar sobre nuestros sentidos materiales, ya sea sobre nuestra imaginación, ya sea sobre el apetito suscitando algunos movimientos pasionales. Es también a través de su influencia sobre los sentidos que puede llegar –indirectamente– al entendimiento.

3. Dios

Su acción es directa y lo afirma la misma Escritura: Es Dios quien opera en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito (Fil 2,13); El corazón del rey es un curso de agua en la mano de Yahvéh, Él lo inclina hacia donde quiere (Prov 21,1). Dios obra directamente por sí o bien mediante sus ángeles.

En definitiva, como el diablo usa o potencia las tendencias desordenadas de la naturaleza los autores espirituales sintetizan sus reglas hablando tan sólo de dos espíritus, el bueno y el malo o el angélico el diabólico.)


D. Modo habitual de proceder de los espíritus

Los modos de proceder del buen y del mal espíritu son en algunas cosas totalmente diversos y en otras guardan cierta semejanza, lo que dificulta, precisamente, su discernimiento.


1) El mal espíritu procede de la siguiente manera:

a) En las personas que viven en pecado mortal: el mal espíritu trata de conservarlos en tal estado; para ello propone placeres aparentes, haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales (EE, 314).

b) En las personas que van adelantando en la vida espiritual: el mal espíritu trata de disuadirlos de la vida espiritual emprendida; para esto causa desolación: muerde con escrúpulos, entristece, turba, pone obstáculos, inquieta con falsas razones (como, por ejemplo, el miedo a las dificultades de la perseverancia) (EE, 315-317). Si la persona va aprovechando en la vida espiritual usará de “razones aparentes” (razones destituidas de todo fundamento, como los miedos al futuro, a las dificultades que podrán surgir si se intenta vivir la gracia), “sutilezas” (razones traídas de los pelos, como, por ejemplo, los escrúpulos sobre confesiones pasadas), “falacias” (razones a las que se le da un sentido que no viene al caso, como por ejemplo, negarse a misionar en tierras lejanas amparándose en que “la caridad empieza por casa”) (EE, 329).

c) Para ambos tipos de personas:

– Trabaja siempre en el secreto, es decir, que tiene éxito en la medida en que las dudas, escrúpulos y temores no se consultan con el director espiritual o con un confesor. Su triunfo depende de que el alma se quede a solas con sus tentaciones (EE, 326).

– Ataca siempre por el lado más débil: el defecto dominante, los vicios principales (EE, 327).

– Aumenta su fuerza cuando la persona tentada se achica y empieza a ceder a la tentación. Su fuerza disminuye si la persona se agranda o se pone firme (EE, 325).

– Sus toques y mociones suelen ser estrepitosos, sensibles y perceptibles (EE, 335).

– De modo extraordinario puede causar consolación (lo ordinario es que cause desolación): esta “consolación” apunta a distraer al alma y tiene como objeto un bien aparente ; pero esta consolación es siempre “con causa”, es decir, responde a una causa, estímulo u objeto que explica “naturalmente” por qué se ha originado (EE, 331).


2. El buen espíritu procede de la siguiente manera:

a) En las personas que viven en pecado mortal: el buen espíritu trata de apartarlos de la mala vida; para esto los punza con remordimientos (EE, 314).

b) En quienes van progresando en la vida espiritual: da ánimo, consolaciones, inspiración, quietud. En general puede reconocérselo en que:

– Empuja a la mortificación exterior, pero regulada por la discreción y la obediencia. Y hace comprender que la principal es la mortificación del corazón y del juicio.

– Inspira una humildad verdadera, que conserva en silencio los favores divinos, los cuales no niega ni rechaza sino que por ellos da toda la gloria a Dios.

– Nutre la fe con lo más simple y elevado del Evangelio y da una gran sumisión al Magisterio de la Iglesia.

– Reaviva la esperanza haciendo desear las aguas vivas de la oración, pero recordando que allí se llega pasando por los sucesivos pasos de la humildad y la cruz.

– Acrecienta el fervor de la caridad infundiendo celo por la gloria de Dios y el olvido total de uno mismo. Hace desear que el Nombre de Dios sea santificado, que venga su Reino, que se haga su Voluntad.

– Finalmente, da la paz y el gozo interior y fructifica en lo que San Pablo llama los frutos del Espíritu Santo: el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre (Gál 5,22-23).

En cuanto a las consolaciones, el buen espíritu puede consolar con causa o sin causa. “Con causa” quiere decir que consuela sirviéndose como medio de causas humanas (con ocasión de una buena lectura, en medio de la meditación o contemplación o presenciando una solemne y emotiva ceremonia litúrgica, etc.); en esto hay que estar atentos pues también el mal espíritu puede “consolar con causa” aunque se trata de consolaciones aparentes (EE, 331). En cambio “sin causa” sólo Dios puede consolar porque Él es dueño del alma y por tanto puede entrar, salir, tocarla y llevarla a un enorme grado de amor de Dios, sin que haya habido ejercicio alguno preparatorio para ello; se trata de toques de la gracia divina (EE, 330).

E. Indicaciones para discernir mociones concretas

Indicaciones para discernir las distintas mociones concretas (EE, 313)

Para discernir el origen de los impulsos, mociones y consolaciones que una persona percibe en su alma hay que atender al modo, la materia, las circunstancias, el desarrollo y los efectos de tales fenómenos


1) El modo

Primero hay que atender al modo como se producen; aunque esta norma no tiene valor absoluto es ya un importante indicativo. Así, por ejemplo (EE, 335):

–El buen espíritu: actúa suavemente, sin ruido, ni choque, sin estridencia, porque Dios entra en el alma en gracia como en casa propia. Es claro y fácilmente entendible.

–El mal espíritu actúa generalmente de modo estrepitoso, sensible y perceptible, como forastero en el alma en gracia.

2) La materia

En segundo lugar, hay que atender a lo que se propone. Cuando lo que se propone es algo malo no hay dificultad alguna en identificarlo como proveniente del mal espíritu. El problema es cuando lo que se propone es algo bueno: esto puede ser propuesto por el buen espíritu o por el malo para conseguir sus propios fines. El mal espíritu puede, perfectamente engañar incluso con razonamientos “teológicos”. Dice Gersón: el demonio a veces hace teología. Testimonio de esto son las tentaciones de Cristo en el desierto, para las cuales el diablo usa e interpreta de modo sofístico la Sagrada Escritura. Es necesario, por eso, hacerse cargo de su “teología” que si no empieza, al menos termina siendo contraria al verdadero sentido de la Revelación. ¿Qué observar para hacer un juicio?

–Cuando mueve a algo substancialmente menos bueno de lo que ya tenía determinado hacer el alma ante Dios, aunque sea bueno no viene del espíritu bueno.

–Si mueve a algo igualmente bueno o mejor y no perjudica los propósitos de vida ya tomados bajo la luz de Dios, sino que por el contrario los completa y eleva, entonces puede ser del espíritu bueno, si las circunstancias son buenas.

3) Las circunstancias

Hay que ver si lo que se propone es algo consonante con las obligaciones de estado de la persona, con las tendencias de la gracia tal como ya se han mostrado en la vida de esa persona, con la vocación que Dios le ha mostrado. Así, rara vez es de Dios:

–El impulso a cambiar un estado de vida ya elegido ante Dios.

–El impulso a realizar cosas extraordinarias y singulares o desproporcionadas al estado, edad, fuerzas, dotes y formación.

–El impulso a puestos u ocupaciones que traen riqueza, honores, poder, independencia.
Para estos casos habría que pedir una evidencia basada en la confluencia de signos no ya ordinarios sino extraordinarios. Indica, por eso, San Juan de la Cruz, que la resistencia a estos impulsos es agradable a Dios.

4) El desarrollo

En cuarto lugar, y especialmente para las consolaciones, hay que atender al desarrollo:


a) En las consolaciones con causa San Ignacio recomienda examinar todo el proceso de nuestros pensamientos (EE, 322-323):

–Los que vienen de Dios son buenos en su principio, su medio y su fin.

–Los que vienen del mal espíritu, en algún momento del proceso no son buenos: ya sea en su comienzo, en su medio o en su fin. San Ignacio advierte que es propio del demonio entrar con la “nuestra” para salir con “la suya”, es decir, sacar provecho incluso con cosas aparentemente buenas.

b) En las consolaciones sin causa hay que examinar el “segundo momento” de la consolación. Porque Dios puede tocar el alma y dejarla inflamada, pero en un segundo momento puede también mezclarse la influencia del mal espíritu, ya sea:

–Haciéndonos ver dificultades e inconvenientes en cumplir lo que Dios nos ha mostrado como voluntad suya en la consolación.

–O haciéndonos perder todo el fervor recibido inclinándonos a hablar y a manifestar a los demás, sin pudor espiritual, la gracia recibida.

–O bien poniéndonos respetos humanos de obrar en consonancia con las gracias recibidas durante la consolación (EE, 336).

5) Los efectos y los fines

Por último, hay que atender a los efectos, es decir, al estado espiritual que sigue a la determinación tomada. En general hay que decir que:

–A la obediencia al buen espíritu sigue serenidad y paz.

–Al prestar oído al mal espíritu sigue un estado interior de inquietud, oscuridad, turbación. Escribía Dom Columba Marmion a un dirigido: “En general debe considerar como obra del enemigo todo pensamiento que la agite, que arroje perplejidad en su espíritu, que disminuya la confianza o que le encoja el corazón”.

Todo esto puede resumirse con la comparación de los diversos espíritus o señales que indicaba De Guibert de modo esquemático:

A. Signos de uno y otro en el entendimiento

El Espíritu divino: Enseña cosas verdaderas; Enseña cosas útiles; Da luz y discreción; Da flexibilidad; Da pensamientos de humildad


El Espíritu diabólico: Enseña falsedades; Enseña cosas inútiles, vanas, ligeras; Da oscuridad, indiscreción; Siembra obstinación; Da pensamientos de soberbia o vanidad


B. Signos de uno y otro en la voluntad


El Espíritu divino se caracteriza por: Paz, humildad, firme confianza en Dios, temor de sí mismo, docilidad y obediencia, rectitud, pureza de intención; paciencia y deseo de cruz; abnegación voluntaria; sinceridad y sencillez; libertad de espíritu; deseo de imitar a Cristo; caridad benigna y desinteresada.

El espíritu diabólico se caracteriza por: Inquietud, turbación; Soberbia; Desesperación, desconfianza; Presunción; Desobediencia, dureza y fijación; Torcida intención; Impaciencia y quejas; Excitación de las pasiones; Ocultamiento y doblez; Apegos y esclavitud; Desafección hacia Cristo; Falso celo, amargo e impaciente.


C. Señales que hacen dudar y poner en guardia: (son ordinariamente signos de mal espíritu o disposiciones naturales que predisponen a la intervención del mal espíritu)

–Después de haber elegido un estado, querer pasar a otro.
–Tendencia a singularidades o cosas impropias de su estado.
–Afición a cosas extraordinarias o a grandes penitencias exteriores.
–Apego a las consolaciones sensibles.
–Estado perpetuo de consolación y deleite espiritual.
–Las lágrimas.
–Los deseos de visiones y revelaciones.

F. Modo de comportarse ante uno y otro espíritu

Finalmente hay que ver los modos de comportarse una vez identificado el espíritu del que provienen las mociones o consolaciones del alma.

1) Las mociones del mal espíritu

Las mociones del mal espíritu son para nuestro mal; consecuentemente hay que resistirse a ellas. El alma conseguirá esto:

a) En las mociones que empujan al pecado (tentaciones): el alma tiene que resistir con los medios ordinarios: huir de las ocasiones de pecado, recurrir a la oración y a la mortificación, desviar la atención psicológica del alma hacia objetos diversos de los que el mal espíritu usa para tentar, etc.

b) En las desolaciones del mal espíritu:
–Nunca hacer cambio; hay que mantener firmes los propósitos tomados con anterioridad a la desolación (EE, 318).

–Obrar contra la misma desolación (agere contra), por ejemplo instar más en la oración, meditación, examinar la conciencia y alargarse en la penitencia (EE, 319).
–Considerar que son pruebas y confiar que el auxilio divino nunca faltará (EE, 320. 324).
–Trabajar con paciencia sabiendo que la desolación pasará presto y será consolado (EE, 321).
–Examinar las causas posibles de la desolación para poner remedio si de nosotros depende. Las causas de la desolación pueden ser tres: la tibieza y pereza en la vida espiritual; la prueba divina para ver cuánto somos y podemos; el hacernos ver, puesto que no podemos causarla cuando queremos, que la consolación no viene de nosotros sino que es don de Dios. Por tanto: si proviene de nuestra tibieza debemos reaccionar con fervor; si proviene del habernos atribuido las consolaciones, debemos humillarnos ante Dios (EE, 322).

c) Cuando se constata que el mal espíritu ha conseguido infiltrarse en nuestros pensamientos: examinar cómo y cuando ha conseguido meterse en el discurso de nuestra mente, para sacar experiencia y guardarse en adelante (EE, 334).

2) Las mociones del buen espíritu

a) Ante las consolaciones del alma:
–Pensar que no duran siempre sino que a la consolación sucede la desolación; fortalecerse para ese momento (EE, 323).
–Procurar humillarse y abajarse pensando cuán poco vale y puede uno en tiempo de desolación (EE, 324).

b) Ante las inspiraciones o inclinaciones del alma: secundarlas con toda docilidad y prontitud. ¿Cómo?:
–Sometiéndonos plenamente a la voluntad de Dios que conocemos ya por los preceptos y consejos conformes con nuestra vocación. Haciendo buen uso de las cosas que ya conocemos, el Señor irá haciendo conocer otras nuevas.
–Renovando con frecuencia la resolución de seguir en todo la voluntad de Dios.
–Pidiendo sin cesar al Espíritu Santo luz y fuerza para cumplir la voluntad de Dios.
–Siguiendo la inspiración de la gracia en el mismo instante en que se produzca, sin hacer esperar un segundo al Espíritu Santo, no cayendo en las tentaciones más comunes contra la docilidad: la tentación de la dilación (dejar las cosas para más adelante), la tentación de dar menos de lo que Dios nos pide y la tentación de recuperar lo que ya le hemos dado.


Cuestionario personal:

¿Estoy convencido prácticamente de la necesidad de la vida de oración para cultivar la vida de gracia? ¿Tengo bien ubicados los lugares, las personas, los momentos que pueden hacer peligrar mi vida de gracia? ¿Me alejo de ellos rápidamente? ¿Me pongo a discutir con la tentación?
¿Qué progresos he notado en mi vida espiritual hasta el momento? ¿Me repugna la mediocridad, tanto en lo espiritual, como en lo intelectual y humano? ¿Por qué?
¿Mi vida se caracteriza por el dinamismo de quien quiere alcanzar algo? ¿Hay algo que la anima?¿ O soy más bien un alma amorfa. Inútil, sin intereses, sin ambiciones? ¿Está vivo en mí el impulso hacia la santidad?
¿Acepto conscientemente caer en pecados veniales? ¿Siento remordimiento por ello? ¿Siento desgana, disgusto por las cosas espirituales de manera habitual? ¿Soy superficial en ellas? ¿Las hago más por rutina que por amor? ¿Se discernir entre rutina y aridez espiritual?
¿Acudo y aprovecho la dirección espiritual para crecer en el camino de la santidad?

Hija mía, de todo corazón te bendigo Vol XXV

 "Hija mía, de todo corazón te bendigo, más bien bendigo a mi misma Voluntad en ti, bendigo tus pensamientos, respiros y latidos, a fin...